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La vitamina C es un poderoso antioxidante que previene el daño en el ADN de las células, siempre expuestas a los radicales libres y a la radiación solar. También combate el envejecimiento cutáneo, ya que aumenta la síntesis de elastina y colágeno, una proteína muy abundante en la piel que disminuye con los años; es un blanqueador no irritante que, además, minimiza el enrojecimiento por su efecto antiinflamatorio y restaura la flexibilidad de la piel.
Por todo esto, el resultado de la terapia con vitamina C de uso tópico nos aportará:
Hidratación y elasticidad.
Uniformidad al tono de la piel por su capacidad de inhibir formación de melanina y producir aclaramiento de la piel
Luminosidad y brillo.
Mejoría en la textura de la piel.
Y esto se traducirá en un cutis más luminoso y elástico, con una atenuación de las pequeñas arrugas y un retraso en el envejecimiento cutáneo.
El Ácido L- Ascórbico es la forma más activa de la vitamina C y la más estudiada pero es la más inestable por lo que pierde eficacia muy rápido. Es soluble en agua y debe ser formulada a pH bajo para mantenerse activo (con un pH inferior a 4 o bien estar en fórmulas sin agua).
Su composición debe estar entre el 10% y 20% de vitamina C Pura para poder apreciar sus beneficios cosméticos. No tiene demasiado sentido ir más allá del 20%: la piel no puede absorber más allá de esa cifra y, además, a mayor concentración también mayor irritación.